sábado, 27 de mayo de 2017

PRESENTACIÓN


Jardines en el Pabellón Dorado de Kyoto
¿Por qué este nombre?



De niño comencé a recoger semillas de la Sierra porque disfrutaba viendo nacer  árboles que luego podía devolver al monte. Podría decir que llevo toda la vida haciendo esto, hasta convertirlo en mi profesión. Hasta que un día me encontré con la sugestiva idea de mantener en casa auténticos árboles.
Poco a poco, sin apenas transición, comencé a pensar en mantener algunos arbolitos en casa para hacerlos bonsáis.
Pero pasaron los años sin más conocimiento que  un libro que nunca aclaró mis dudas, sin nadie que me guiara.  En un pequeño piso no disponía de más espacio que el alfeizar de una ventana en una patio, con largas estancias  lejos de casa, podía dar gracias  que  en mi ausencia no murieran de sed.   Simplemente yo estaba en otras cosas y no conocía a nadie que me pudiera orientar.
Psudocydonia sinensis en  otoño. Museo del Bonsái de Alcobendas
Mis árboles eran pasto de los elementos, plagas y enfermedades.
Sin embargo, enanizados pero no bonsáis, sobrevivieron la mayoría hasta el reciente momento  en el que me puse verdaderamente a aprender.  Paradójicamente, será en esta transición  cuando perdí algunos de mis árboles más queridos  como mis dos pinos salgareños obtenidos de semilla más de veinte años antes.  Estos y otros árboles sufrieron de pudrición radicular, algo que no debería pasar con los sustratos modernos como la akadama, el kyriu o el pomice. Pero entonces solo contaba con turba y arena, y el alargar el trasplante acabó deteriorando tanto el substrato que mató a mis pinos.

Desde hace unos tres años, con mis amigos de la Asociación de Bonsái de Huelva, empiezo un nuevo caminar que quiero compartir con todo el mundo y especialmente con los que disfruten de  los árboles  aunque no sean bonsáis. Les animo a  hacerlo totalmente suyo, denle vida a una semilla o esqueje, vaya conociendo su árbol; y luego, fórmelo como bonsái.

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