sábado, 26 de mayo de 2018

EL SISTEMA SUELO-PLANTA



Todo el mundo sabe que las plantas verdes se alimentan tan sólo de minerales, agua y del dióxido de carbono atmosférico. A diferencia de los animales, un árbol es un organismo autótrofo, que quiere decir que es capaz de generar por si mismo materia orgánica a partir únicamente de materia mineral.
Este concepto es capital en el cultivo de plantas y lo usamos por tanto para el bonsái.
Ahora bien, el bonsái entraña una cierta filosofía de respeto a la naturaleza, al menos perseguimos alcanzar formas naturales y entonces ¿no deberíamos  acercar el cultivo a los procesos más naturales?
La forma de entender el bonsái es libre, algunos únicamente ven el resultado estético; es normal, es lo único que es premiado en los concursos.  Sin embargo, muchos disfrutamos día a día del privilegio de producir y mantener árboles en casa y nuestra satisfacción personal es acercar el cultivo de un árbol a la naturaleza.

Bosque de abeto blanco en Los Vosgos, Alsacia.

Las siguientes líneas no le ayudarán a mejorar su bonsái, pero si a entender que pasa entre sus raíces y como de diferente es a lo que ocurre en el medio natural.
Como ingeniero forestal comprendo la compleja red del bosque  en la que el arbolado es tanto constructor  como parte de un sistema sumamente eficaz. Si comparamos los cultivos que son fertilizados anualmente con el bosque limitado en nutrientes, podemos entender como la evolución ha creado relaciones de las plantas con otros organismos para optimizar los recursos.

El que toda la vida del bosque natural se mantenga sin recibir apenas aportaciones externas se debe a que la fertilidad reside en el flujo interno, alcanzando eficacia extraordinaria en las pluviselvas tropicales, en donde la elevada pluviométria y temperatura debería, en primer lugar, empobrecer el suelo por el lavado; hasta  finalmente, por la descomposición de los minerales más resistentes químicamente como los silicatos,  formarse una costra de hierro y aluminio tóxica para las plantas  (laterita).


En definitiva, la riqueza del bosque no se encuentra en sus minerales, como la riqueza de un país no se encuentra en el oro guardado en su tesoro. Se encuentra en los seres que descomponen y transforman la materia orgánica, en términos económicos es el capital circulante, lo que evita inmovilizaciones y pérdidas.

 En términos biológicos es un sistema hiper-eficiente, puesto que la biomasa creada en un determinado periodo excede la teóricamente posible a partir de la cantidad de nutrientes, esto es posible porque los mismos nutrientes saltan de un organismo a otro de forma muy rápida.

El suelo forestal, por tanto, es un medio vivo en el que podemos distinguir  dos zonas, la superficial particularmente rica en vida es la capa de descomposición de la materia orgánica (hojas, ramillas, frutos..). La otra zona es difusa y acompaña a las raíces en su exploración del mundo mineral y se la conoce como rizosfera. Aquí los organismos vivos dependen de los exudados de las raíces, algunos llegan a vivir íntimamente ligados a la planta como los hongos que forman las micorrizas. Estos organismos simbiontes pueden ampliar mucho el campo de recolección de minerales gracias a su forma filamentosa, llevando hasta la plantas unos nutrientes que ellos, organismos heterótrofos, no pueden aprovechar.

Plantón forestal  de una conífera, perfectamente micorrizado.


La importancia de este sistema se entiende más cuando se conoce que los nutrientes esenciales para las plantas, como el fósforo,  están disponibles solamente en determinadas circunstancias.  En los campos agrícolas abonados intensivamente, algunos nutrientes se pierden con las aguas y otros quedan secuestrados en el mundo mineral, inmovilizado, como ocurre con el fósforo que forma compuestos insolubles con cualquier pH salvo el de 6.5 (ligeramente ácido). Pero la actividad microbiana cerca de la raíz genera condiciones para liberar este nutriente. Otro caso es el de los metales como el hierro, que no pueden ser aprovechados en su forma mineral, para ello la raíz emite exudados quelantes que forman compuestos orgánicos con el hierro y así se absorbe.
Un caso particular es el del nitrógeno. Las plantas necesitan cantidades importantes de este nutriente que no se encuentra en las rocas y que tampoco pueden obtener del aire. Quitando la contaminación, todo el nitrógeno circula entre los organismos vivos y sus restos, y la fuente original se encuentra en pequeñas bacterias o algas azules,  las Rhizobium pueden ser simbiontes de algunas plantas. En la mineralización final actúan bacterias que producen amonio, luego otras que lo oxidan a nitrito y finalmente otra lo oxidan aún más a nitrato. Estos últimos se lavan con facilidad si las plantas no lo absorben, pues no son fijadas por los coloides del suelo.

El cultivo en maceta puede despreciar todo este sistema tan eficiente obligándonos a proporcionar de forma continuada fertilizantes para compensar las pérdidas por el drenaje.
Pero aún así aparecerán carencias o toxicidades  si despreciamos completamente la labor del ecosistema del suelo.

En conclusión, el suelo de nuestro bonsái conviene que esté vivo y para ello se necesita de materia orgánica, aportada con los abonos o en el substrato. Igualmente debemos cuidar la actividad de los organismos del suelo, precaución con productos que pueden acabar con éstos como con los fungicidas.

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