Todo el mundo sabe que las plantas
verdes se alimentan tan sólo de minerales, agua y del dióxido de carbono
atmosférico. A diferencia de los animales, un árbol es un organismo autótrofo,
que quiere decir que es capaz de generar por si mismo materia orgánica a partir
únicamente de materia mineral.
Este concepto es capital en el
cultivo de plantas y lo usamos por tanto para el bonsái.
Ahora bien, el bonsái entraña una
cierta filosofía de respeto a la naturaleza, al menos perseguimos alcanzar
formas naturales y entonces ¿no deberíamos
acercar el cultivo a los procesos más naturales?
La forma de entender el bonsái es
libre, algunos únicamente ven el resultado estético; es normal, es lo único que
es premiado en los concursos. Sin
embargo, muchos disfrutamos día a día del privilegio de producir y mantener
árboles en casa y nuestra satisfacción personal es acercar el cultivo de un
árbol a la naturaleza.
Bosque de abeto blanco en Los Vosgos, Alsacia. |
Las siguientes líneas no le
ayudarán a mejorar su bonsái, pero si a entender que pasa entre sus raíces y
como de diferente es a lo que ocurre en el medio natural.
Como ingeniero forestal comprendo la
compleja red del bosque en la que el arbolado
es tanto constructor como parte de un
sistema sumamente eficaz. Si comparamos los cultivos que son fertilizados
anualmente con el bosque limitado en nutrientes, podemos entender como la
evolución ha creado relaciones de las plantas con otros organismos para
optimizar los recursos.
El que toda la vida del bosque
natural se mantenga sin recibir apenas aportaciones externas se debe a que la fertilidad
reside en el flujo interno, alcanzando eficacia extraordinaria en las
pluviselvas tropicales, en donde la elevada pluviométria y temperatura debería,
en primer lugar, empobrecer el suelo por el lavado; hasta finalmente, por la descomposición de los
minerales más resistentes químicamente como los silicatos, formarse una costra de hierro y aluminio
tóxica para las plantas (laterita).
En definitiva, la riqueza del
bosque no se encuentra en sus minerales, como la riqueza de un país no se
encuentra en el oro guardado en su tesoro. Se encuentra en los seres que
descomponen y transforman la materia orgánica, en términos económicos es el
capital circulante, lo que evita inmovilizaciones y pérdidas.
En términos biológicos es un sistema
hiper-eficiente, puesto que la biomasa creada en un determinado periodo excede
la teóricamente posible a partir de la cantidad de nutrientes, esto es posible
porque los mismos nutrientes saltan de un organismo a otro de forma muy rápida.
El suelo forestal, por tanto, es
un medio vivo en el que podemos distinguir dos zonas, la superficial particularmente rica
en vida es la capa de descomposición de la materia orgánica (hojas, ramillas,
frutos..). La otra zona es difusa y acompaña a las raíces en su exploración del
mundo mineral y se la conoce como rizosfera. Aquí los organismos vivos dependen
de los exudados de las raíces, algunos llegan a vivir íntimamente ligados a la
planta como los hongos que forman las micorrizas. Estos organismos simbiontes
pueden ampliar mucho el campo de recolección de minerales gracias a su forma
filamentosa, llevando hasta la plantas unos nutrientes que ellos, organismos
heterótrofos, no pueden aprovechar.
Plantón forestal de una conífera, perfectamente micorrizado. |
La importancia de este sistema se
entiende más cuando se conoce que los nutrientes esenciales para las plantas,
como el fósforo, están disponibles
solamente en determinadas circunstancias.
En los campos agrícolas abonados intensivamente, algunos nutrientes se
pierden con las aguas y otros quedan secuestrados en el mundo mineral,
inmovilizado, como ocurre con el fósforo que forma compuestos insolubles con
cualquier pH salvo el de 6.5 (ligeramente ácido). Pero la actividad microbiana
cerca de la raíz genera condiciones para liberar este nutriente. Otro caso es
el de los metales como el hierro, que no pueden ser aprovechados en su forma
mineral, para ello la raíz emite exudados quelantes que forman compuestos
orgánicos con el hierro y así se absorbe.
Un caso particular es el del
nitrógeno. Las plantas necesitan cantidades importantes de este nutriente que
no se encuentra en las rocas y que tampoco pueden obtener del aire. Quitando la
contaminación, todo el nitrógeno circula entre los organismos vivos y sus
restos, y la fuente original se encuentra en pequeñas bacterias o algas azules,
las Rhizobium pueden ser simbiontes de
algunas plantas. En la mineralización final actúan bacterias que producen
amonio, luego otras que lo oxidan a nitrito y finalmente otra lo oxidan aún más
a nitrato. Estos últimos se lavan con facilidad si las plantas no lo absorben,
pues no son fijadas por los coloides del suelo.
El cultivo en maceta puede
despreciar todo este sistema tan eficiente obligándonos a proporcionar de forma
continuada fertilizantes para compensar las pérdidas por el drenaje.
Pero aún así aparecerán carencias
o toxicidades si despreciamos
completamente la labor del ecosistema del suelo.
En conclusión, el suelo de nuestro
bonsái conviene que esté vivo y para ello se necesita de materia orgánica,
aportada con los abonos o en el substrato. Igualmente debemos cuidar la
actividad de los organismos del suelo, precaución con productos que pueden
acabar con éstos como con los fungicidas.
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