martes, 18 de septiembre de 2018

EL CORCHO COMO SUBSTRATO



En mis salidas al campo he visto como las ramas secas caídas de los viejos alcornoques, y troncos de los mismos árboles que mueren,  pudren su dura madera hasta desaparecer mientras que el corcho hueco permanece durante años.

Alcornoques junto a un camino en Alajar (Huelva). Estos árboles producen corcho cada 9 años.

Esta persistencia del corcho me hizo preguntarme si no sería interesante usarlo como substrato de larga duración. En primer lugar, el corcho compostado  tiene  propiedades físicas interesantes: es ligero, poroso, retiene humedad manteniendo la aireación y  se descompone con lentitud. Desde el punto químico, tiene un pH óptimo ligeramente ácido,  una capacidad de intercambio de cationes importante, por lo que puede retener nutrientes para liberarlos lentamente.

El corcho es un recurso renovable que se obtiene de la corteza externa del alcornoque (Quercus suber). El corcho de calidad o taponable se obtiene cada 9 años separándolo de cada árbol en una placas  llamadas panas que se clasifican según su calidad. El único tratamiento posterior es la cocción en agua limpia sin clorar (esto es muy importante para uso vinícola) con lo que se consigue que el corcho abra sus poros dilatándose considerablemente. Finalmente una máquina corta los tapones y eso es todo.

Quizá les sorprenda, pero un corcho de calidad puede tener un precio superior al de un vino barato; estos tapones solo se usan para vinos caros. El corcho comercial usado para múltiples fines incluyendo los tapones de vinos económicos, es en realidad un aglomerado del material natural sin aditivos formado por el triturado de los recortes del corcho taponable y corcho no taponable (por escaso grosor o calidad) sometido únicamente a calor y presión.

Árbol de una  forestación  que tendrá unos 20 años en Valverde del Camino (Huelva).  Tiene una desarrollo adelantado para la especie en esta zona y se ha decidido quitar el primer corcho que no es comercial y se llama bornizo hasta 1 m de altura. Lo que marca este momento es el diámetro, el resto de la plantación  no serán  desbornizados aún. Este trabajo, como la poda de formación, es fundamental que se realicen con sumo cuidado, las heridas realizadas por un descorchador poco profesional  podría afectar a la calidad del futuro corcho y  debilitar al árbol .

 Les advierto que el corcho no se vende actualmente como material para substrato, ni para otros uso triturado que sepamos en comercios cercanos. El único corcho natural que se puede comprar cerca de casa  es aquel de calidad no taponable que antes se vendía como corcho de Belén, y ahora es común en tiendas de animales para su uso en terrarios.


Sin embargo, hay estudios respecto al uso de este material como substrato (ver referencia al final). Y basándome en ellos y mi propia experiencia les comento lo siguiente.

Durante años los substratos usados para bonsái contenían básicamente turba y arena. La primera acaba por alterarse, especialmente en las duras condiciones del verano del sur  provocando una retraimiento del substrato en la maceta, compactación y a la larga problemas de aireación (ver otra entrada). Buscando una solución añadía corteza de pino compostada y sólo finalmente me planteé la posibilidad del corcho.  Para entonces el problema quedaba resuelto al poder adquirir substratos modernos.

Aún así, me pregunté si el compost de corcho añadido a la  akadama y pómice podía    mejorar la calidad del substrato cuando el transplante se prolongaba varios años.

Comencé a probar con restos de corcho de madera muerta ya bastante alterados. La principal  ventaja era la estabilidad del corcho en periodos de cultivo prolongados y mantener una actividad biológica en el substrato para así poder reducir el abonado orgánico que deja residuos que apelmazan el substrato.  Frente a la opción de no usar nada orgánico en el substrato, recuerdo que cualquier componente rico en humus proporciona una importante capacidad de intercambio catiónico y una mayor actividad biológica que mejora la absorción de los fertilizantes.

Solo llevo usándolo desde hace  unos tres años mezclado con la akadama, en cantidades pequeñas, inferiores en volumen al 20%, con resultados a día de hoy prometedores, aunque tendremos que esperar un poco para sacar más conclusiones.

Si alguien se atreve a probar les explicaré como lo hago.

El corcho con el que empecé estaba ya bastante alterado, de madera podrida. Ahora además  guardo los tapones de vino.

Los primero es hervir el corcho en abundante agua (no es necesario hacer esto con los tapones) para desinfectarlo y hacer que abra poros. Yo utilizó una vieja olla exprés para conseguir el autoclave dado que estos árboles murieron por culpa de hongos muy peligrosos como Phytophthora cinnamomi.

Si es posible adquirir corcho triturado será lo ideal,  pues hacerlo a mano es desalentador. Pero en mi experiencia tuve que cortarlo  hasta llegar a un tamaño medio de 1 cm.

Después habría que dejarlo compostar al menos un año, en el caso de corcho que no haya estado sometido a la pudrición en el campo el tiempo puede ser de un par de años. Yo he  adelantado algo el compostaje vertiendo lixiviado de humus de lombriz, en todo caso hay que conseguir que esté durante el proceso al 100 % de humedad incluso con algo de encharcamiento en su fondo, yo utilizó un tupper de plástico.  ¿Por qué  esta forma de compostar?

Corcho ya compostado

El corcho crudo no se puede utilizar pues es tóxico por su alto contenido en sustancias fenólicas. Ya el cocido reduce algo los taninos que se disuelven en el agua, pero   sobre todo  durante el proceso de compostaje debiendo de regar y tirar este agua varias veces durante el proceso, no hay problemas de olores pues los taninos son bactericidas.

Finalizado, el corcho adquiere un color mas oscuro,  se vuelve más poroso, tierno y absorbe más agua.

Y esto es todo, si alguien se anima a probar, compartiremos la experiencia.

Documento Estudio del corcho como substrato de vivero

lunes, 17 de septiembre de 2018

EL COMPONENTE ORGÁNICO DEL SUBSTRATO


En este mundillo del bonsái, el substrato orgánico tiene mala prensa; pero hubo una época que no había opción. Ahora bien  ¿Debemos prescindir de ellos como hacen en Japón?

La materia orgánica  mantiene vivo el substrato y esto es necesario para estimular la correcta asimilación de nutrientes, al mantener a los organismos que degradan los compuestos del abono haciéndolos asimilables y también a las  micorrizas que ayudan a absorberlos. Igualmente, el humus fija temporalmente los cationes impidiendo su pronto lavado por el agua de riego quedando así los fertilizantes a disposición de la planta durante más tiempo.

Verán que no he mencionado la retención de agua y sin embargo, muchos aficionados añaden a la akadama turba o fibra de coco para salvar el  duro verano mediterráneo, no por los anteriores motivos.

En Japón el clima es distinto, pero los requerimientos del cultivo son similares y no añaden materia orgánica ¿o sí?

Sí que lo hacen, pero a través del abonado. Ellos colocan gran cantidad de abono orgánico que fermenta sobre el substrato y suplen de esta manera la falta materia orgánica en el substrato. Más aún, no sé si lo habrán pensado pero las plantas que necesitan más de esta materia orgánica la tienen en el substrato en Japón. Es el caso de los pinos, como cualquier planta con micorrizas no se cambia todo el substrato de una vez y al conservar el viejo, este aparece enriquecido de humus proveniente del abonado orgánico.


Hace unas tres décadas el substrato comercial de más calidad  que se podía usar era la turba rubia fibrosa preferentemente usada en viveros forestales.  Hoy se usa menos, por su precio y teniendo en cuenta que es un substrato no renovable. Además, la que se suele ver en los comercios se encuentra picada (fina) y, lo digo por experiencia, en absoluto es adecuada a los fines del cultivo del bonsái.

Aún hoy es mi substrato preferido para enraizar esquejes y producir semilleros, siempre que esté suficientemente aireado con arena o perlita. Este uso es para una temporada de cultivo, no más. En condiciones de bonsái, expuesto a los rigores del verano a la intemperie, cuando no podemos evitar su desecación se contraerá  espectacularmente y  no se recuperará aunque se sumerja en agua, terminará convertida en polvo.

Substrato comercial de marca conocida a base de turba 


 De esta experiencia me planteé como sería el substrato ideal, uno que pudiera desecarse y soportar las altas temperaturas en la superficie de la maceta  sin degradarse. Por aquel entonces no conocía los modernos substratos japoneses como la akadama o el kyriu y pensé en una arcilla granular porosa que no se deshiciera, encontrando en el mercado la arcilla expandida, pero la vendían en granos tan grueso como aceitunas.

 Descarté igualmente piedras duras como la volcánica, pómice o similares porque al no ser arcillas no tenían las propiedades físico-químicas  relacionadas con la adsorción de cationes que se valoran tanto un substrato para cultivo.

A todo esto, en el mercado, solo se encontraba un sustrato preparado para bonsáis de una marca muy conocida, que ha sido etiquetado en los foros como “matabonsais” estaba formado de una parte de turba negra, otra de gravilla de granito y otra de arcilla blanda de la usada para hacer los ladrillos.

Esta mezcla podía acabar al cabo de un par de años con la consistencia del turrón de Alicante, no les digo más.

Aún así podía funcionar en pequeñas macetas con el transplante anual. Pero más allá el riesgo de pudrición de raíces era muy alto.

Resulta indiscutible que, para no complicarnos la vida, el substrato ideal no existe pero se parece mucho a la akadama. El pómice viene mejor que la arena para aumentar la estabilidad del substrato durante años aunque en macetas pequeñas no me gusta pues si he de regar por inmersión en verano, este sale flotando.

La akadama es un substrato fenomenal para un riego automatizado o en un clima suave y húmedo. En nuestro clima del sur, puede necesitar de riegos frecuentes y además sin prisas, pues cuando se seca no se hidrata completamente tras un riego, debemos repetir al cabo de unos minutos.  Si le añadimos pómice será aún peor, pues se rehidrata con más lentitud.

Para los pinos y otras coníferas podemos usar kyriu y soportarán que el substrato se seque bastante. Sin embargo, estas especies agradecen una cierta cantidad de materia orgánica para mantener activas las micorrizas, por lo que en Japón suelen usar abonos orgánicos como el Biogold que son poco adecuados en nuestro clima pues se resecan rápidamente.

En el caso de especies que requieren de suelos fértiles y que no soportan que se sequen, la solución de algunos aficionado es añadir turba o fibra de coco.

Mi experiencia ya comentada desaconseja la turba, mientras que la fibra de coco se rehidrata bien. Es importante que la fibra de coco sea de calidad sin fibras largas y tenaces, imaginen lo que sería desenredar un estropajo de esparto lleno de raíces que queramos conservar. También es importante que este libre de sales y  arena.
Yo lo que vengo haciendo es ponerla en remojo un tiempo y luego cribarla en el mismo agua. Después la extenderemos para su secado. No es necesario secarla completamente, pero si la almacenamos con una humedad alta se ira descomponiendo lentamente.
A las fibras largas le doy utilidad para usarla como rejilla en los agujeros de macetas de engorde o para pequeñas macetas como kusamonos para retener substrato  fino.

Fibra de coco a partir de materia bruta. Este material se ha lavado y cribado. Se han eliminado fuertes y largas fibras aún así en este material  se aprecian  fibras como pelos.  El tamaño de la imagen es de 10 cm.


Fibra de coco más fina que la anterior y sin fibras por un cribado más fino.  A pesar de su finura es un substrato muy aireado que puede usarse con grano grueso, yo prefiero usarlo en macetas pequeñas.


Fibra de coco desfibrada y de grano grueso óptima para mezclar con akadama gruesa o media.

Algunos usan el humus de lombriz, mi experiencia es con el lixiviado de humus fresco  que yo mismo produzco. Este es un abono muy suave, que dicen que es más adecuado usarlo vía foliar. He realizado alguna experiencia con humus fresco de lombriz mezclado con substrato convencional de akadama y pómice en algunas plantas de crecimiento particularmente rápido y que gustan de suelos muy fértiles y ricos como los manzanos, que se transplantan anualmente,  los resultados de momento no son malos pues mientras no se deseque este substrato se mantiene, no se deshace.  Y en el caso de secarse quedaría compacto.  Por otro lado, el humus seco  me parece un polvo que no debe de entrar en nuestros substratos.

Este uso del humus en forma de bolas del mismo tamaño del grano de la akadama o superior podría ser lo que se llama enmienda húmica. Su utilidad puede limitarse a aquellos árboles tragones que queramos engordar en poco tiempo, y no a bonsáis propiamente dicho.

En el caso de coníferas parece más interesante usar corteza compostada de pino como ayuda para el mantenimiento de las micorrizas.

Por último, llevo unos años experimentando con el corcho, creo que es interesante, lo explicaré en otra entrada.


domingo, 9 de septiembre de 2018

LA POROSIDAD DEL SUBSTRATO


En un foro me encontré un debate acerca de la verdad sobre el volumen de los sacos comerciales de akadama. Ni que decir tiene, que todo giraba alrededor de la constancia de que el volumen era notablemente inferior al marcado en el saco y que parecía haber un supuesto  fraude al venderse aire como akadama.



Sirva esta anécdota como introducción para hablar del aire en nuestro substrato: la porosidad.

En realidad el tema del saco de akadama es el del volumen aparente de un material granulado.  Todo el mundo sabe que si en una obra pública se van a extraer  10 m3 de tierra, y tenemos un camión con una cuba de 10 m3 de capacidad para retirar el material, necesitaremos dar no uno, sino dos viajes, pues al extraer la tierra aumenta su volumen.

Igualmente sabemos que el arado mejora las propiedades del suelo agrícola al airearlo,  aumentando también  el volumen aparente del substrato.

Otros ejemplos más espectaculares son el de la fibra de coco y la turba rubia que se comercializan en balas compactadas hasta 1/6 de su volumen  final. Un incremento de volumen  que erróneamente se  atribuye únicamente a la absorción de agua, pues el aire es la sustancia que más volumen ocupa en estos materiales lo que los hace tan livianos.

Para un material rígido como la akadama, las diferencias son reducidas, pero existen.  Y por eso palilleamos este material, para reducir los grandes huecos de aire que quedan  en un apilamiento  sin presión.

Dejemos de lado el asunto del volumen aparente y centrémonos  en lo realmente importante: la porosidad.

La porosidad de un material es el volumen de espacios abiertos que contiene relativo a su volumen total. Los sustratos de calidad son muy porosos, tienen una gran capacidad para retener agua pero mantienen una buena aireación gracias a una combinación de poros grandes y pequeños.

Conocer la porosidad y las consecuencias que esta tendrá para las plantas es algo más complejo de lo que parece.

En primer lugar, solamente si el substrato está completamente desecado, obviamente, los poros contienen aire.  Además, en un material granulado como la akadama,  tenemos una porosidad intrínseca al material (dentro de cada grano) y otra que serian los huecos entre estos granos. Para algunos materiales, como los áridos usados en construcción, para el cálculo de la porosidad solo se tiene en cuenta la segunda.

La cuestión es tan compleja que para un tratamiento teórico suponiendo esferas perfectas e iguales falta aún la demostración matemática para un apilado perfecto (conjetura de Kepler). Pero empíricamente se conoce que la porosidad media en un apilamiento desordenado en estas condiciones perfectas es del 64%, o sea, un 36% de huecos.

Lo primero que puede llamar la atención es que este modelo no depende del tamaño de la partícula.

Parece resultar contrario a nuestra experiencia el creer que la proporción akadama/hueco es la misma con akadama de 1mm y akadama de 3 mm.

Pero dejemos esto de lado pues los importante no es tanto la porosidad sino el funcionamiento hidráulico de un substrato drenado, que depende de la capilaridad. Es decir, el tamaño de los huecos gruesos y de los capilares del suelo.

En una primera aproximación, el agua escurre cuando no es retenida por los capilares del suelo. Esto se debe a la tensión superficial y también  a las fuerzas de adhesión o adsorción de las moléculas de agua  sobre sustancias higroscópicas.

 En cuanto a los poros, los podemos dividir en:

Macroporos, tienen un diámetro > 10 micras
El agua es arrastrada por la fuerza de la gravedad, pero no de igual forma.
La de los poros más gruesos escurre rápidamente, mientras que las que circulan por poros menores a 50 micras lo hacen tan lentamente que para nuestros bonsáis es  retenida y perfectamente absorbible por las planta.

Microporos, tienen un diámetro <10 micras

El agua queda retenida en contra de la gravedad  en los capilares,  pudiendo ser absorbida por las raíces de las plantas hasta cierto límite,  pues la fuerza de retención (adhesión) en  los  capilares con diámetro igual o menor que 0.2 micras impide   que  puede ser aprovechada por las plantas.

Me gustaría recordar que el agua retenida por estos capilares también se verá     igualmente  succionada por la atmósfera, dependiendo de la humedad ambiental y del viento.


Conclusiones prácticas.
Empíricamente el compañero Jaby en FOROSUR ha calculado la porosidad de la akadama comercial (granos 3-6 mm) como del 34% y su capacidad de retención de agua del 23,3 %.
De ésta una parte es la granular que es variable en función de que estén o no asentados los granos y sus tamaños. La más importante para nosotros es la porosidad intrínseca de la akadama, los poros dentro de los granos que son los que retienen la mayor parte del agua.

Ahora viene lo importante. Esta porosidad se reduce cuando el grano se reduce, puesto que para un mismo volumen de akadama, la superficie de contacto con el aire (espacio entre granos)  aumenta y se reducen los poros interiores.  Así un substrato formado con grano de 1 mm se comporta casi como arena.
No obstante solo hace falta una pequeña aportación de turba o fibra de coco,  para que aumente notablemente la capacidad de retención de esta akadama fina y podamos darle buena utilidad para  pequeñas macetas como plantas de acento.



domingo, 27 de mayo de 2018

LA FERTILIZACIÓN DEL BONSÁI


Todo aficionado al bonsái le da al abonado una gran importancia, siendo frecuente que haya debates y que surjan dudas al respecto. Abono orgánico, mineral, japonés... ¿qué es mejor? Las controversias se basan en la buena experiencia que muchos aficionados tienen con usos distintos. Y es que, como ocurre frecuentemente en todo lo que tiene que ver con la aplicación práctica, la respuesta únicamente sabia es: depende.

Intentaré poner luz al respecto para que cada cual saque sus propias conclusiones.

Antes de comenzar les sugiero que lean la entrada "Los nutrientes en el substrato".

El correcto abonado favorece también el color  otoñal. Pseudocydonia sinensis en el Museo del Bonsái en Alcobendas.


¿Qué es la fertilización?

Me parece pertinente hablar de fertilización en lugar de abonado, por ser un término más amplio y enlazarlo así con las modernas técnicas de cultivo vegetal que han conseguido salvar los condicionantes naturales del suelo y clima.

Estas técnicas proporcionan el medio de cultivo óptimo a la planta, se la alimenta continuamente y de forma controlada "a biberón". Es la moderna fertirrigación.

Con el riego localizado se consiguen mantener árboles  casi sin suelo, con sus raíces concentradas en el denominado bulbo  formado por el riego. Pero, el último paso es el cultivo hidropónico, en el que un sustrato inerte soporta las raíces por donde circula una solución nutritiva.

Cultivo hidropónico de fresas en Huelva


Por tanto, la moderna fertirrigación va más allá de poner a disposición los macronutrientes N-P-K, también adecua la calidad del medio de cultivo a los requerimientos de las plantas a través del control del riego (pH, conductividad, microelementos). En las modernas explotaciones intensivas, se optimiza la fertirrigación  mediante el control diario de la ETP (evapotranspiración) para conocer las necesidades exactas de agua de la planta. Finalmente se realizan muestreos periódicos con análisis foliares para detectar carencias y tratarlas, a veces mediante aplicaciones foliares.

No conozco ningún aficionado que llegue a este extremo el cultivo del bonsái y ciertamente no supone ninguna ventaja frente a nuestra experiencia (en la practica  solamente serviría para evitar derrochar agua y nutrientes). Si lo traigo aquí es para darnos cuenta de que la fertilización es propiamente el método de cultivo.


Los principios de la fertilización en bonsái

1.- El triángulo del medio de cultivo.  El medio de cultivo es la combinación de substrato, riego y fertilizantes. Cuando hablamos de abonar, hacerlo correctamente depende del riego y del substrato.

2.- Substrato y fertilización
Valoramos la calidad de un substrato en relación a su capacidad para retener y ceder agua.  Debemos saber que igualmente los substratos tienen capacidad para retener ciertos nutrientes (ver entrada sobre substratos) y liberarlos posteriormente a nuestras plantas.
Los que más nutrientes retienen son los substratos orgánicos como la turba y fibra de coco, luego en menor cantidad las arcillas como los substratos japoneses (akadama, kiryuzuna y kanuma) y por último están los substrato minerales como la volcánica, pómice o arena que no tienen capacidad específica de retener nutrientes.

Independientemente de esto, la calidad del substratos como la del agua de riego condicionan la salud de nuestras plantas por sus características químicas. Es el caso de la presencia de cal en el cultivo de plantas calcífugas como las azaleas.

3.- Riego y fertilización
El agua es el medio a través del cual llegan los nutrientes que colocamos en el substrato. La frecuencia y cantidad así como la calidad de este agua condiciona la absorción de nutrientes y eficacia de la fertilización.

4.- La fertilización está condicionada al trabajo del bonsái.
En plantas en formación nuestro interés es obtener el mayor crecimiento; muy al contrario a lo que ocurre con los bonsáis refinados.  En general en bonsái la fertilización debe de adaptarse a las necesidades en cada momento, por ejemplo para que no se dispare el tamaño de las hojas.

5.- La fertilización está condicionada a la salud y vigor de la planta.
Hay momentos en que no podemos abonar, porque el árbol está débil. Pero igualmente debemos de estar atentos para tratar e incluso prevenir carencias frecuentes como las del hierro. Para estos detalles viene bien usar la aplicación foliar de los fertilizantes.

Mirto en el Real Jardín Botánico


Condicionantes a tener en cuenta y errores frecuentes

o             Diferencias entre abonos

En el mercado tenemos muchos tipos y marcas, algunas realmente caras y específicas para bonsái que vienen de Japón y otras comercializadas para uso agrícola o domestico que podemos adquirirlas a bajo coste.

Muchos entienden que la calidad del abono ha de estar en el precio; aunque lo fundamental se encuentra en la forma de utilizar el abono.

Composición:  La manera estándar de definir la composición de un abono o fertilizante es mediante la proporción de los macronutrientes nitrógeno, fósforo y potasio, esto es N-P-K. Algunas veces se añade otro elemento como el magnesio (Mg).   Por ejemplo N-P-K-Mg, 5-5-5-1 , significa que el 5% es nitrógeno, el 5% es fósforo, el 5% es potasio y 1% es magnesio. Frecuentemente aportan cantidades pequeñas de microelementos que no aparecen en esta formulación, pero que se pueden ver en el detalle de la composición (generalmente en ppm).

En consecuencia,  entre un 5-5-5 y un 10-10-10, la primera diferencia es la concentración. Pero la proporción es igual.  Nuestro interés se encuentra más en la proporción N-P-K para que sea la más adecuada al cultivo, un valor más elevado de nitrógeno resulta adecuado para el cultivo de plantas de hoja, mientras que las leñosas como nuestros árboles requieren menos proporción de este elemento nutritivo, mejor sería evitar abonos con proporción más alta de N pues harán hojas enormes y propensas a plagas. Aún más, en otoño, el nitrógeno empieza a estar demás y deberíamos usar abonos ricos en potasio sobre todo. El fósforo es un elemento fundamental siempre; pero especialmente para la floración de nuestros árboles frutales.



o             Calidad
Ha podido entenderse que dos abonos con la misma proporción son iguales y no es así.  En particular la forma en que se presenta un determinado nutriente puede ser distinta, por ejemplo el nitrógeno mineral puede estar en forma nítrica o amoniacal.  La diferente forma puede hacer que se absorba inmediatamente (nitratos) o requiera de un tiempo para degradarse (amoniacal). Otra circunstancia tiene que ver en su reacción,  ácida o básica. En el mercado hay abonos específicos para azaleas y camelias que acidifican el substrato.

En general, los abonos químicos líquidos son de efecto inmediato.  Las plantas pueden absorberlos en cuanto se abona. Esto ocurre con los químicos sólidos salvo los granulados como de liberación lenta, que tampoco es que no empiecen a emitir iones fácilmente absorbibles al primer riego pero cuentan con una cierta estabilidad para ir disolviéndose en varios días.  Mientras que los orgánicos  teóricamente sueltan los nutrientes de forma más continuada, aunque esto depende de que fermenten o no.

Los abonos orgánicos en pellets o bolas pueden sin embargo liberar rápidamente la mayor parte de sus nutrientes especialmente los más solubles  Pero, en general, no dejan de liberar cantidades significativas de nutrientes tras cada riego mientras no se deshagan  y mientras fermenten.

En Japón abonos de este tipo funcionan perfectamente gracias al clima húmedo que favorece la fermentación y complementan de esta manera la falta de materia orgánica del substrato necesaria para mantener la flora del suelo que es fundamental para especies que requieren de micorrizas como pinos, quercus o azaleas.

Por supuesto, abonos económicos orgánicos pueden presentar problemas por exceso de sales o simplemente por desperdicios que generen partículas como el polvo que reduzcan la aireación del substrato e incluso, en  algunos casos, sean hidrófugas y repelan el agua. Esto último lo notaremos por la dificultad de que el agua penetre en el substrato al regar, lo cual es muy peligroso.


Frecuencia de abonado
Quizá este punto sea el más importante, al menos es el que más me ha motivado a escribir esta entrada, pues entendiendo las consecuencias de nuestra manera de fertilizar nuestros bonsáis podemos conseguir resultados óptimos con distinta combinación de abonos.

El tipo de abono determina su uso.  En los foros se dice que hay que abonar con la frecuencia que determina el fabricante. Esto no es correcto, no es lo mismo el abonado de una planta de interior que un bonsái, incluso de la misma especie (p.e, Ficus benjamina). Durante la estación de crecimiento los árboles han de encontrar a diario nutrientes en el substrato y no sería bueno hacerles  pasar por ayunas prolongadas con un atracón cada 15 días.   Como veremos, esto no significa abonar a diario.


Como antes dije, la fertilización es el medio de cultivo, fertilizar depende del triángulo abono-substrato-riego.  Y ya que ni el substrato ni el riego son iguales para las plantas de maceta ornamentales habituales que para nuestros bonsáis, tengamos en cuenta los condicionantes a priori que son el substrato y el riego; solamente después tengamos en cuenta el abono. 

En relación con la fertilización, los substratos los dividiremos en 3 tipos según su capacidad retención de nutrientes (capacidad de intercambio catiónico o CIC) y poder tampón, a saber de mayor a menor: Orgánicos, arcillas japonesas y minerales.

Supongamos que vamos a utilizar abono líquido, que son económicos y fáciles de usar.

En el caso de sustrato orgánicos  podemos abonar con estos abonos de liberación rápida en las concentraciones que marca el fabricante  y una frecuencia  algo superior si regamos con frecuencia. Esto puede ser así en primer lugar por el poder tamponador o estabilizador del suelo, siendo así que parte de los nutrientes quedaran retenidos en el humus y a pesar de los riegos no se lavaran siendo liberados posteriormente  gracias, en parte, a la actividad de los microorganismos.

Algunos abonos orgánicos dejan residuos indeseables, las bolsas de té  sirven para contenerlo.


Si cultivamos en pómice o volcánica, este abono tendrá un efecto breve y nuestra planta pasará del atracón a la ayuna rápidamente. Las conductividad y posiblemente el pH tendrá así saltos bruscos tras cada abonado líquido que no serán muy sanos para la planta.  Para usar este abono deberemos rebajar su concentración o correremos riesgo de quemar las raíces y abonaremos con bastante frecuencia pues se lavará con facilidad.

Si utilizamos abonos orgánicos de liberación lenta (los que fermentan).  En cualquier substrato liberarán paulatinamente nutrientes, será como un abonado suave cada vez que reguemos.  Si lo pensamos bien, este abono recrea las favorables condiciones del humus de un suelo orgánico y se complementa perfectamente con substratos arcillosos  como la akadama o el kiryu que poseen propiedades de adsorción de los nutrientes. Pero en un clima seco y cálido un abono que no fermente,  no cumple de igual modo esta función.

 
Si no se guardan en buenas condiciones los abonos orgánicos pueden fermentar o, como este caso, ser atacado por insectos. 
En resumen

El substrato que utilicemos  determina en parte que abono debemos de usar o, al menos, como abonar. Si nuestro substrato contiene parte de orgánica podemos confiar en el uso de abonos de liberación rápida como los líquidos con dosis iguales o algo más bajas que las del fabricante y frecuencias más altas que las marcadas por éste y que estará en relación a la frecuencia de nuestro riego ( ojo, depende de la especie y el momento).

Si nuestro substrato es pómice o volcánica,  conviene usar abono orgánico de liberación muy lenta (de fermentación) y, cuando el crecimiento sea mayor, podríamos usar un abono líquido muy diluido frecuentemente. No deberíamos nunca usar solamente abono líquido con pinos, quercus o azaleas en este substrato.

Si nuestro substrato es arcilla japonesa (akadama, kiryu o kanuma)  sin materia orgánica, deberíamos usar siempre algún abono orgánico cuando las especies tengan micorrizas. Para el resto podemos usar abonos líquidos con dosis rebajadas y frecuencias altas.

En definitiva esta es la base para la fertilización, pero lo más importante siempre es nuestra experiencia pues siempre hay factores que escapan a nuestro control y no son extrapolables de un aficionado a otro, como es, por ejemplo, la calidad del agua, que determina mucho el efecto del abono sobre nuestras plantas.

 Tener agua de gran calidad es complicado, para empezar la mayoría usamos agua de la red urbana para regar,  con cloro residual que no favorece a nuestras plantas. Por lo demás yo cuento con una agua potable de buena calidad dentro de lo que tenemos en el sur, este agua bruta (no potabilizada) no presenta impedimentos para el desarrollo de los  cultivos delicados por su baja dureza (7-11 ºF)   y  moderada salinidad.  Sin embargo, la   CE superior a 350 µS/cm  está fuera de lo óptimo y  puede elevarse bastante más durante el verano y en años secos lo que afecta al cultivo. Como curiosidad, he comprobado como durante el invierno el musgo se desarrolla mejor con el agua de lluvia ( que intento recoger)  y que sobre kiryu se desarrolla mucho mejor que sobre akadama o pómice.

sábado, 26 de mayo de 2018

LOS NUTRIENTES EN EL SUBSTRATO DE CULTIVO


Los elementos nutritivos se clasifican en macroelementos y microelementos según la cantidad necesaria para la planta, estos últimos son absorbidos en cantidades muy pequeñas.

MACROELEMENTOS: Nitrógeno, fósforo, potasio, azufre, calcio, magnesio.
MICROELEMENTOS: Hierro, cobre, zinc, manganeso, molibdeno y boro.

Los nutrientes en el suelo pueden ser aportados de diversa forma, una de ellas es la orgánica. La materia orgánica es degradada por los microorganismos y los desechos  una vez mineralizados son nutrientes para las plantas, típicamente los restos vegetales ricos en lignina acaban humificándose proporcionando un repositorio temporal para los nutrientes metálicos.


Composición de un abono líquido de uso común en el hogar.


Otro abono líquido con composición distinta al anterior. 


Un abono líquido barato.  Su bajo precio no significa que no podamos usarlo en ciertos momentos.


Los nutrientes minerales pueden quedar inmovilizados dentro de redes minerales (arcillas) o formando minerales secundarios insolubles, de no ser así estarán  en alguna de estas formas asimilables para las plantas:

v  Solubilizados: En la solución del suelo.
v  Intercambiables: Iones enlazados por cargas eléctricas de las partículas del suelo.
v   Adsorbidos, quelatados, formando complejos: La mayor parte de los microelementos son metales pesados, capaces de formar complejos con agentes complejantes o quelatantes de la materia orgánica del suelo.
 Estos tres grupos se encuentran en equilibrio, de tal forma que un cambio en la concentración de uno de ellos conlleva una variación en las concentraciones de los otros.

Los microelementos precipitados como el Fe y Mn en forma de óxidos, pueden representar cantidades notables, y constituyen una fracción que puede transformarse en asimilable.
Los microelementos adsorbidos en la estructura cristalina de los minerales arcillosos o que son constituyentes propios de esta estructura, no son asimilables para las plantas. Solamente pequeñas cantidades pueden llegar a liberarse con la alteración química del substrato.


Uno de los abonos "caros" japoneses

Alternativa agrícola. Abono orgánico en pellets para agricultura ecológica.

PRINCIPALES FACTORES QUE AFECTAN LA ASIMILACIÓN DE LOS
MICROELEMENTOS

Recordemos que los nutrientes son absorbidos por las plantas en forma iónica y que  para ello deben de encontrarse en la solución acuosa del suelo o bien adsorbidos por los coloides del suelo (humus y arcillas).

Los factores son los siguientes:

— pH. El considerado optimo para el cultivo es el pH 6.5 y los substratos originalmente se encuentran cerca de este valor. Si el pH sube se deberá al riego con agua dura (rica en cal) , y la consecuencia será  la  perdida de solubilidad de la mayoría de los nutrientes salvo el molibdeno.   La mayoría de las plantas viven en estas condiciones  sin grandes problemas, no obstante en donde se produzca la fermentación de la materia orgánica vegetal y cerca de las raicillas el pH será más bajo.  Solamente algunas especies consideradas calcífugas pueden pasarlo realmente mal y lo manifestarán con clorosis férrica, una aportación de quelatos de hierro especialmente por vía foliar puede suplir esta carencia.
Cuando el agua es blanda, y aún más si el clima es lluvioso,  la tendencia del substrato es acidificarse  especialmente con el abono orgánico. Puesto que los cationes metálicos o son absorbidos o se lavan, quedando la materia orgánica humificada  y sin saturar por las bases metálicas. El fósforo pierde solubilidad, pero la mayoría de los microelementos metálicos la aumentan,  en condiciones de alta acidez  ( un caso que no se nos dará en un cultivo) llegan a presentar toxicidad

— Materia orgánica. La materia orgánica  es fuente directa de nutrientes con el abonado orgánico, pero en el caso de presencia de material orgánico en el substrato (turba, fibra de coco, corteza, etc)  el humus  o materia humificable (en sentido amplio) forma combinaciones con los iones metálicos, como los quelatos, que son complejos órgano-metálicos estables y solubles en la solución del suelo. Por otro lado el humus retienen por adsorción parte de los iones metálicos  movilizables que están luego a disposición de la planta.

 — Actividad microbiana y condiciones Redox. La actividad microbiana favorece la formación de formas reducidas divalentes de Fe y Mn, mientras que las formas trivalentes ( más oxidadas) son menos solubles.

— Interacciones entre elementos nutritivos. De los tres macroelementos, el fósforo es el que presenta las interacciones más importantes con los oligoelementos. Una fertilización fosfatada muy elevada puede provocar reducciones en la asimilación de Fe, Cu y sobre todo Zn; y aumentar la asimilación de B y Mo.

EL SISTEMA SUELO-PLANTA



Todo el mundo sabe que las plantas verdes se alimentan tan sólo de minerales, agua y del dióxido de carbono atmosférico. A diferencia de los animales, un árbol es un organismo autótrofo, que quiere decir que es capaz de generar por si mismo materia orgánica a partir únicamente de materia mineral.
Este concepto es capital en el cultivo de plantas y lo usamos por tanto para el bonsái.
Ahora bien, el bonsái entraña una cierta filosofía de respeto a la naturaleza, al menos perseguimos alcanzar formas naturales y entonces ¿no deberíamos  acercar el cultivo a los procesos más naturales?
La forma de entender el bonsái es libre, algunos únicamente ven el resultado estético; es normal, es lo único que es premiado en los concursos.  Sin embargo, muchos disfrutamos día a día del privilegio de producir y mantener árboles en casa y nuestra satisfacción personal es acercar el cultivo de un árbol a la naturaleza.

Bosque de abeto blanco en Los Vosgos, Alsacia.

Las siguientes líneas no le ayudarán a mejorar su bonsái, pero si a entender que pasa entre sus raíces y como de diferente es a lo que ocurre en el medio natural.
Como ingeniero forestal comprendo la compleja red del bosque  en la que el arbolado es tanto constructor  como parte de un sistema sumamente eficaz. Si comparamos los cultivos que son fertilizados anualmente con el bosque limitado en nutrientes, podemos entender como la evolución ha creado relaciones de las plantas con otros organismos para optimizar los recursos.

El que toda la vida del bosque natural se mantenga sin recibir apenas aportaciones externas se debe a que la fertilidad reside en el flujo interno, alcanzando eficacia extraordinaria en las pluviselvas tropicales, en donde la elevada pluviométria y temperatura debería, en primer lugar, empobrecer el suelo por el lavado; hasta  finalmente, por la descomposición de los minerales más resistentes químicamente como los silicatos,  formarse una costra de hierro y aluminio tóxica para las plantas  (laterita).


En definitiva, la riqueza del bosque no se encuentra en sus minerales, como la riqueza de un país no se encuentra en el oro guardado en su tesoro. Se encuentra en los seres que descomponen y transforman la materia orgánica, en términos económicos es el capital circulante, lo que evita inmovilizaciones y pérdidas.

 En términos biológicos es un sistema hiper-eficiente, puesto que la biomasa creada en un determinado periodo excede la teóricamente posible a partir de la cantidad de nutrientes, esto es posible porque los mismos nutrientes saltan de un organismo a otro de forma muy rápida.

El suelo forestal, por tanto, es un medio vivo en el que podemos distinguir  dos zonas, la superficial particularmente rica en vida es la capa de descomposición de la materia orgánica (hojas, ramillas, frutos..). La otra zona es difusa y acompaña a las raíces en su exploración del mundo mineral y se la conoce como rizosfera. Aquí los organismos vivos dependen de los exudados de las raíces, algunos llegan a vivir íntimamente ligados a la planta como los hongos que forman las micorrizas. Estos organismos simbiontes pueden ampliar mucho el campo de recolección de minerales gracias a su forma filamentosa, llevando hasta la plantas unos nutrientes que ellos, organismos heterótrofos, no pueden aprovechar.

Plantón forestal  de una conífera, perfectamente micorrizado.


La importancia de este sistema se entiende más cuando se conoce que los nutrientes esenciales para las plantas, como el fósforo,  están disponibles solamente en determinadas circunstancias.  En los campos agrícolas abonados intensivamente, algunos nutrientes se pierden con las aguas y otros quedan secuestrados en el mundo mineral, inmovilizado, como ocurre con el fósforo que forma compuestos insolubles con cualquier pH salvo el de 6.5 (ligeramente ácido). Pero la actividad microbiana cerca de la raíz genera condiciones para liberar este nutriente. Otro caso es el de los metales como el hierro, que no pueden ser aprovechados en su forma mineral, para ello la raíz emite exudados quelantes que forman compuestos orgánicos con el hierro y así se absorbe.
Un caso particular es el del nitrógeno. Las plantas necesitan cantidades importantes de este nutriente que no se encuentra en las rocas y que tampoco pueden obtener del aire. Quitando la contaminación, todo el nitrógeno circula entre los organismos vivos y sus restos, y la fuente original se encuentra en pequeñas bacterias o algas azules,  las Rhizobium pueden ser simbiontes de algunas plantas. En la mineralización final actúan bacterias que producen amonio, luego otras que lo oxidan a nitrito y finalmente otra lo oxidan aún más a nitrato. Estos últimos se lavan con facilidad si las plantas no lo absorben, pues no son fijadas por los coloides del suelo.

El cultivo en maceta puede despreciar todo este sistema tan eficiente obligándonos a proporcionar de forma continuada fertilizantes para compensar las pérdidas por el drenaje.
Pero aún así aparecerán carencias o toxicidades  si despreciamos completamente la labor del ecosistema del suelo.

En conclusión, el suelo de nuestro bonsái conviene que esté vivo y para ello se necesita de materia orgánica, aportada con los abonos o en el substrato. Igualmente debemos cuidar la actividad de los organismos del suelo, precaución con productos que pueden acabar con éstos como con los fungicidas.